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¿Conciencia de género en Sin rumbo de Eugenio Cambaceres?

Viviana Viola recorre la Biblioteca Marisa Wagner de nuestro hospital, lee y nos recomienda libros para conocer. 

 

“Hoy, era apenas un detalle en la existencia de Andrés.

 Una cosa, carne, ni alguien siquiera. Menos aún

que Bernardo, el gato, el animal mimado de su amante.”

 

 Cambaceres, 1885

 

 

Sin rumbo, de Eugenio Cambaceres, publicada en 1885, es otra de las novelas clásicas argentinas que podemos hallar en la Biblioteca “Marisa Wagner”. Una joya más con la que podemos deleitarnos en nuestra biblioteca: novela breve con una narrativa propia del naturalismo de la época pero que, no obstante, no deja de sorprendernos en frases tan actuales como el epígrafe que hemos citado.

            Apenas vista la luz, la Literatura Argentina, con El Matadero, de Esteban Echeverría, en 1840, la niña sigue su curso inicial pero a pasos agigantados.

            La joven Literatura Argentina, que nació entre gritos, sangre, tragedias inevitables y denuncias sociales, sigue con su carácter indómito en el Naturalismo Argentino que perfila el estilo de Sin Rumbo.

            El Naturalismo Argentino, propio de la prosa de Cambaceres, resulta exquisito: descripciones minuciosas de escenas, paisajes y retratos y una sopesada elección de palabras, hacen que las letras dibujen no tan sólo los cuadros con una precisión de relojero sino que eleva la narrativa a una sucesión de acontecimientos con un arrobamiento y una exposición cuasi-visual de una obra cinematográfica.

            Aún hoy en día, resulta raro hablar de “conciencia de género”. ¡Cuánto más raro aún es atribuirle a un texto la misma cuando ni siquiera se le había puesto nombre! Sin embargo, la mirada aguzada de Cambaceres estaba allí, puesta en todos los rincones de la sociedad para describirlos sin necesidad de bautizarlos.

            Simplificando, podemos hablar de “conciencia de género”, cuando asimilamos las desventajas sociales que conlleva ser del género femenino y el estatus de privilegio con el cual el varón cuenta dentro de la sociedad.

            Ciertas condiciones sociales se han arraigado tan fuerte que cuesta verlas. Quizás, de allí nuestra sorpresa frente al aguzado ojo de la narrativa de Cambaceres.

            En Sin rumbo, un narrador en tercera persona va relatando las acciones y emociones de “Andrés”, el protagonista: típico cajetilla de la oligarquía de aquellas épocas, quien dividía su tiempo y su vida entre el campo y la ciudad… malviviendo en el campo que lo sustenta, malgastando en la ciudad su sustento malganado.

            Al paso de “Andrés”, la novela avanza, los territorios se abren, las personas pasan… no sin antes dejar su huella. No se trata de una novela apagada por el exceso de descripciones. No, no. Cada cosa y cada ser está puesto en su lugar por una razón de preciso artefacto narrativo. Avanza la narración y avanza la crítica social.

            Intentando no spoilear tanto esta novela que merece ser leída, en ella vislumbramos claras críticas sociales y del temperamento de ciertos seres humanos: críticas a todas las desigualdades de clase y el paseo sin rumbo de la oligarquía de los ´80 del siglo XIX.

            Así, cansado de sus beneficios de macho oligarca, Andrés reflexiona sobre sus sentimientos sobre la pobre hija del capataz de quien se aprovechaba para matar su aburrimiento: Donata. Y nos dice de Donata: “Una cosa, carne, ni alguien siquiera.”

            Pero no se trata sólo de una cuestión de clase. El narrador pone en evidencia en las acciones y pensamientos de Andrés, ese desdén hacia lo inferior que hay cuando se ejerce ese privilegio machista que nadie más ve.

            Luego, en la ciudad, enredado con una cantante soprano muy famosa, el hartazgo del juguete, de la cosa, vuelve a los pensamientos del protagonista: “... diciéndose que no era en suma de desperdiciar aquel macizo pedazo de carne.// Sin amor, sin querer, sin poder tenerlo, apenas movido por un débil interés carnal, ésa y la otra y todas eran lo mismo.”

            Esta novela nos subyuga en su concienzuda crítica social sobre lo que aún no tenía nombre: “desigualdad de género”.

            El gran representante del Naturalismo Argentino, Cambaceres, resultó un adelantado a su época gracias a su ojo de águila sobre la sociedad que lo rodeaba, sin miedo de describir y denunciar las injusticias clasistas y de género, creando una de las más representativas novelas argentinas de fines del siglo XIX.

 

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