Cuando hablamos de salud mental, ¿por qué nunca pensamos en el cuerpo, en la actividad física?

Movilizados por esta pregunta, con un grupo de compañeros de trabajo decidimos generar un espacio en el cual el cuerpo y el movimiento ocupa un rol central. Fue así que comenzamos a poner en condiciones el viejo gimnasio del hospital, que se encontraba en muy mal estado. Como no podía ser de otra manera, tuvimos que ponerle el cuerpo al proyecto, desde lavar los pisos hasta pintar el salón. Una vez que estuvo todo listo, buscamos darle vida a esta idea.

Con la llegada de las personas usuarias retornó la pregunta: ¿por qué el cuerpo quedó tan olvidado al abordar la salud mental? 

Pensamos en la concepción que tenemos de nuestro cuerpo. Se trata de nuestra carta de presentación, el reflejo de todo lo que nos atraviesa en nuestro interior. El cuerpo también es un medio para exteriorizar o comunicar lo que quizás con palabras no podemos, por no animarnos o tal vez por no contar con las herramientas para poder hacerlo.

Con el paso de los años hemos podido observar cómo en la institución los cuerpos se vuelven un poco “más tristes”. Quizás, como un reflejo de lo que pasa por dentro o por la falta de atención hacía él.

Al momento de referirnos a la atención del cuerpo no lo hacemos pensando en el aspecto físico, sino que ponemos el foco en el movimiento, en esa forma de relacionarnos con el mundo exterior que nos rodea.

Un cuerpo en movimiento es un cuerpo feliz que puede transmitir o comunicar lo que lo atraviesa en su interior. En cambio, un cuerpo en reposo y en constante quietud es un cuerpo inexpresivo que no es capaz de expresar demasiado, transmitiendo un silencio total. Con el paso del tiempo el silencio se vuelve cada vez mayor.

Por todo esto, nos preguntamos: ¿es posible alcanzar un nivel de salud mental óptimo si dejamos de lado la herramienta funcional que tenemos, la capacidad de expresarnos a través del movimiento?