La literatura clásica en la Marisa Wagner
Inauguramos esta columna con recomendaciones de la biblioteca del hospi, desde la pluma de Viviana Viola.
“Siempre imaginé que el Paraíso
sería algún tipo de biblioteca.”
Jorge Luis Borges
Un día, finalizando la sesión de terapia psicológica, me comenta la psicóloga que entre los vericuetos innumerables del HESM había una biblioteca: bajando la escalera, saliendo al parque, hacia la derecha, encontrándote con una galería, topándote con un pasillo, al final, a la derecha, está la Biblioteca “Marisa Wagner”.
De repente, me encontré en ese mágico lugar del que muchos pacientes del HESM y paranaenses, en general, desconocemos.
Lentamente, comencé a recorrer con la mirada, a acariciar con los ojos, cada rincón, cada detalle, cada libro con sus títulos de lo más variados en un descubrimiento de ese nuevo pedacito de universo para mí, ese pedacito de Paraíso -retomando las palabras de Borges- al que podemos acceder cuando queramos pero, más aún, cuando nos sentimos desterrados de este duro y difícil planeta.
Hoy, quiero compartir uno de mis más valiosos hallazgos en el Paraíso de Marisa Wagner: títulos de literatura clásica, verdaderos tesoros de la humanidad.
¿Y por qué “tesoros”, dirán?
Pues bien, para eso debemos consensuar qué es un clásico para nosotros y su valor.
Solemos asociar lo clásico a lo antiguo, como la Historia Clásica o la Música Clásica. Pero, no obstante, en lo cotidiano de nuestros días, también llamamos clásico a un encuentro de fútbol de Boca Juniors vs River Plate o a algún platillo que no pasa de moda, como las milanesas con puré.
Entonces, ¿qué es un “clásico” para la Literatura?
Por suerte, azar o complicidad del Universo (como prefieran) en la Biblioteca
“Marisa Wagner” abundan los clásicos, por lo que me pareció oportuno ofrecerles un apartado especial.
Para intentar un acercamiento a la idea de “clásicos literarios”, nos remitiremos a algunas definiciones que nos ofrece Ítalo Calvino en su libro Porqué leer los clásicos.
Citamos:
“Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa las huellas de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).” (Calvino, 1992)
De esta manera, cuántas veces un clásico nos atraviesa en una canción cualquiera de Serrat, en una payada que ni sospechamos o repitiendo los consejos del viejo Vizcacha al hijo de Martín Fierro sin haber leído jamás el Martín Fierro de José Hernández. Cuántas fábulas de Esopo, el antiguo fabulador de la cultura griega arcaica, nos han llegado en la escuela primaria o contadas oralmente por alguien cercano en nuestra infancia. Y qué decir de los Cuentos de amor, de locura y de muerte de Horacio Quiroga recitados alrededor de un fogón cuando amerita un cuento de terror.
“Los clásicos son libros que cuánto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.” (Calvino, 1992)
Esta definición de Calvino es una invitación abierta para sumergirse en la lectura de un clásico: ¡Qué placer inmenso recorrer las páginas de El Quijote y aventurarse frase a frase en sus aventuras y descubrir que no existe ni una línea en toda su extensión donde diga “Ladran, Sancho. Señal de que cabalgamos.”!
Es que así cómo están las recomendaciones -y los falsos eruditos-, están también las malas recomendaciones. ¿Por qué creer que leer a Borges es aburrido? ¿Por qué privarnos de leer la Odisea porque ya conocemos el argumento y no realizar nuestra propia odisea de lectura?
Y decimos “Borges”, así, a secas, porque es una cualidad curiosa de los clásicos: suelen tomar el nombre propio de sus autores y esa marca de autor suele venir acompañada de una valoración muy subjetiva, muy personal que, de tanto repetirla, suele volverse colectiva sin notarlo.
Lo que nos lleva a la siguiente definición:
"Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
Creo que no necesito justificarme si empleo el término “clásico” sin hacer distingos de antigûedad, de estilo, de autoridad. Lo que para mí distingue al clásico es tal vez solo un efecto de resonancia que vale tanto para una obra antigua como para una moderna pero ya ubicada en una continuidad cultural.” (Calvino, 1992)
Así que, parafraseando a Calvino ¿qué esperan para descubrir “su clásico”? ¿Cuántos amantes de la saga Crepúsculo pueden estar leyendo este artículo pero, quién puede olvidarse de aquel vampiro primero llamado Drácula ? ¿Y qué decir del cine, como la película El nombre de la rosa, basada en la novela homónima que nos lleva, entre abadías medievales y monjes copistas, hasta el Decamerón de Bocaccio?
Por eso, querido lector 1, hoy te invitamos a que te acerques a nuestra biblioteca y que con la suerte de la corneja diestra2 encuentres tu clásico…
1 Don Quijote de la Mancha
2 Poema de Mío Çid