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El trabajo de un equipo interdisciplinario del hospital con la problemática de situacion de calle

Tres profesionales egresados de la RISaM, conforman un equipo de trabajo en el Centro Integrador para Personas en Situación de Calle.

El trabajo de un equipo interdisciplinario del hospital con la problemática de situacion de calle

Tres profesionales egresados de la RISaM, conforman un equipo de trabajo en el Centro Integrador para Personas en Situación de Calle.

La Lic. en Trabajo Social Catalina Caro Brasseur, el Psicólogo Matías Botto y el Médico psiquiatra Jonatan Mildenberger, todos especialistas en Salud Mental, conforman un equipo del hospital que hace pie en calle Belgrano 587, en Paraná, donde funciona este dispositivo de referencia a nivel provincial. Su coordinador, Julián Jarupkin, lo presenta como una forma novedosa de trabajar la problemática de situación de calle.

Del CIC II a la casa propia.

En 2020, durante la pandemia, el  Centro Integrador Comunitario, ubicado en la zona este de la ciudad, fue el refugio municipal previsto para que las personas en situación de calle puedan cumplir el aislamiento social preventivo y obligatorio. Fue por entonces, que desde el equipo de Extensión Comunitaria del hospital se articularon acciones para trabajar la promoción de la salud y se conformó un equipo para atender las cuestiones de salud/salud mental de quienes habitaban ese lugar, “sobre todo teniendo en cuenta que muchas personas de esa población, además eran usuarios del hospital” recuerda Jonatan. Este equipo continuó con la atención integral una vez realizada la mudanza al espacio propio.

La mudanza, en marzo de 2022, permitió generar otras dinámicas dentro del dispositivo. Delimitar una puerta de ingreso y salida, un adentro y un afuera,  sostener seguimientos singulares de cada uno de los casos, pudiendo estar atentos a quienes ingresan, a las personas que ya están alojadas y con quienes trabajar un egreso lo más saludable posible. 

“En esa línea es que esperábamos este espacio propio, con un equipo de salud mental y otro tipo de actividades que puedan favorecer la integración social de las personas, la restitución  y apropiación de los derechos y, a la vez, que permitan salir de la calle”, retoma el coordinador del equipo.

En el refugio se habla  de “situación de calle”, no de “sin techo”. Se ocupan de hacer hincapié en que se trata de una etapa situacional en la vida de las personas y que se puede salir de ese lugar. Cuando enmarcan su tarea allí definen que trabajan desde una perspectiva de derechos humanos, intentando generar un espacio de contención, formación  y acompañamiento  -incluso- para las y los trabajadores municipales que allí se desempeñan.

“La mayoría de las personas que trabajan aquí no tienen una formación específica. Hay sí una simpatía y empatía para trabajar con este tipo de problemáticas,  pero eso conlleva también mucho desgaste” explica Julián, mientras destaca el trabajo del equipo de salud mental de nuestro hospital, también en la escucha y contención de las personas trabajadoras. “Este equipo de salud mental nosotros lo ponderamos y distinguimos en esa función. Nos permite garantizar una escucha en la cotidianeidad, gracias al acompañamiento que hacen a todo el equipo. Permanentemente estamos interconsultando ya que nuestro rol es más  acotado, intentamos acompañar el proceso desde lo institucional pero la mirada clínica es la del equipo técnico”.

La población que alberga el refugio es mixta, a partir de los 18 años. Han tenido alojadas personas de más de 80 años. Son 34 las camas con las que cuentan para que puedan pasar la noche,  distribuidas en 28 para varones y 6 para mujeres (la diferencia en relación al género se vincula con los dispositivos municipales y provinciales específicos para alojar mujeres). Once son las personas  trabajadoras municipales que cubren diferentes turnos durante las 24 horas de todos los días de la semana. Además de la población que pasa la noche en el refugio, está  todo un número de personas que transitan la casa para higienizarse, alimentarse y concurrir a las diferentes actividades.

“Hoy en día tenemos un tránsito de entre 45 y 50 personas por día (a veces más),  teniendo en cuenta las 34 personas alojadas. Es decir hay aproximadamente entre 15 o 20 personas más que transitan y no siempre son las mismas, es muy dinámico”.

Catalina describe la tarea que sostienen con las personas que acuden al refugio: “Principalmente sostenemos una escucha individual e integral de aquellos usuarios que demanden o necesitan intervención ya sean derivados por el equipo de coordinación, quienes lleguen de manera espontánea, o quienes ya vienen con un tránsito de otro tratamiento que requiere su continuidad”. Jonatan continúa: “Trabajamos en tres cuestiones básicamente: la continuidad, la referencia (personas que quizás no tienen ya vínculo con el dispositivo pero sí concurren al espacio clínico) o el comienzo y seguimiento del tratamiento  en el dispositivo”.

Por su parte, Matías refiere la complejidad de las situaciones que atienden y cómo tuvieron que flexibilizar el encuadre inicial, en pos de facilitar el acceso a cuestiones básicas vinculadas no sólo con la salud: “No se trata de una consulta tradicional. La menor cantidad de las personas tienen una continuidad regular,  la mayoría oscilan. Algunos vienen un tiempo y dejan de venir, otros llegan una sola vez. Lo clínico tiene su lugar pero hay condiciones existenciales de la persona que llega a la consulta que no siempre se puede intervenir sencillamente. En la línea de la flexibilización de las prácticas e intervenciones Jonatan rememora: “Lo cierto es que nos encontramos con situaciones que requieren de todo un montaje donde una o dos entrevistas en la calle a estas personas no resolvían mucho, pensando en la salud de manera de integral y teniendo que atender no sólo cuestiones de salud mental”.

 

Los tres profesionales que conforman el equipo de salud mental trabajan de manera conjunta, para pensar las intervenciones posteriores y las diferentes articulaciones con otras instituciones, organismos, estudiantes que realizan prácticas, organizaciones de la sociedad civil y, en algunos casos,  familiares. Generalmente la mayoría de estas acciones aparecen en el momento del egreso. Julián, el coordinador nos comenta:

“Cada una de las etapas del proceso supone alguna crisis.  Desde que la persona llega  -que es lo que nominamos pre-ingreso- hasta cuando ingresan, entran en crisis. Se van, consumen. El egreso es otra etapa complicada. Hay que llegar con una atención integral de todos los aspectos: si tienen la plata para irse, la casa, algún vínculo que sostenga afuera para que pueda acompañar, si emocional o vincularmente está estable,  todo ese combo tiene que estar para que el egreso sea saludable”

En relación a las alternativas laborales Catalina comenta: “Una primera articulación es con la Dirección de Empleo Municipal que tiene la carga del historial laboral y nos permite hacer un recorrido de por dónde ha ido el interés de esa persona.  Esto nos permite  hacer una primer acercamiento y,  por ejemplo, hacer un CV. Hay varios que tienen interés en terminar sus estudios y ahí se acompaña  a retomar ese proceso de escolarización”.

La cotidiana del refugio

La casa, alquilada por el municipio, tiene muchas habitaciones,  un espacio grande donde se realizan los talleres y patio. Se encuentra en el centro y esto la accesibiliza ya que suele ser la zona por donde se la rebuscan la mayoría de las personas en situación de calle.

Dentro del dispositivo intentan generarse dos espacios.  Uno es de día y otro es el alojamiento nocturno. Para llegar a éste último tiene que haber cierta transitoriedad y constancia en la asistencia a talleres,  a las consultas con el equipo de salud mental. Además, se intenta  evaluar que la persona tenga una dinámica de convivencia  que permita sostener un proyecto como éste. 

“Se ha transformado en un centro de referencia municipal e incluso provincial porque llegan personas de otras localidades.  Eso nos acota un poco la tarea. Por un lado por la falta de personal que pueda salir a resolver algunas cuestiones y tareas de calle, y por otro, por la demanda que llega desde una red de diferentes instituciones y organizaciones  en la cual nos tienen referenciados”, explica el coordinador.

Los compañeros del hospital que conforman el equipo de salud mental nos cuentan que las personas que asisten en el refugio llegan por diferentes vías: por derivaciones de instituciones u organizaciones que trabajan con esta temática, espontáneas y también por las referencias de las personas que han pasado por el lugar. 

Sobre el recrudecimiento del número de personas en situación de calle en este contexto de crisis

 “Pasamos de hacer viandas para repartos en calle –tarea que realizan viernes y sábados- para 100/120 personas  en noviembre/diciembre del 2023 a 300 viandas en febrero/marzo de 2024. Prácticamente se triplicó el número de atención en calle. Hay muchas caras nuevas.  Al refugio concurren por primera vez entre dos  y tres personas por semana. Estamos hablando de más de 120 personas  nuevas en lo que va del año. No sabemos cuál puede llegar a ser el número real de personas en situación de calle este año. Estamos impactados con esas cifras”. Nos cuentan en el equipo. “Nosotros teníamos mucha facilidad para conocer a la gente, hacer un seguimiento del por qué están donde están y de dónde vinieron. Hoy los perdemos, se nos pierden las caras, los nombres. Para nosotros ese es un indicador claro del aumento de personas en situación de calle”.

 

¿Con qué se puede colaborar con el refugio?

Ropa de estación: de hombres, fundamentalmente.  Ropa interior  y calzado.

Elementos de higiene personal: Cepillo de dientes, maquinita de afeitar, desodorante.

Alimentos, más que nada para la merienda o los frescos.

Todas las colaboraciones se pueden acercar a calle Belgrano 587.

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