Nilda Rodríguez: agente sanitaria del Alcaín
Recuperar la historia de los barrios y sus instituciones, a partir de sus protagonistas.
Nilda Rodríguez vive hace 54 años en el barrio San Roque (zona que pertenece al área Programática del Centro de Atención Primaria en Salud José León Alcaín). Se mudó al barrio junto a -en ese momento- su esposo y sus dos hijos. Hasta hoy recuerda el esfuerzo y la tenacidad que puso para conseguir su casa propia. “La conseguí yo sola”, rememora. Ella fue una de las primeras asistentes sanitarias que tuvo el CAPS Alcaín, aunque también desarrolló tareas de enfermería. Sin embargo, cuando le preguntamos por su primer acercamiento al efector de salud, se ubica como usuaria del servicio. “Yo era amiga de Jorgelina Martínez, una enfermera que atendía las urgencias en la parte de adelante de su casa, junto al Dr. Fernando Gan. Un día mi hija se cortó y la llevé para que la asistan. Ahí, mi amiga me presentó al dr., que estuvo hasta que se consiguió la casa donde hoy funciona el centro de salud. Al poco tiempo se fue y llegó el dr. “Pepe” Alcain.” Cada vez que se lo menciona al dr que diera el nombre del CAPS, Nilda lo honra y celebra con alguna anécdota o descripción de su persona: “¡Qué hombre más divino, qué médico por dios! Nunca en la vida he visto uno igual. El iba a las 7de la mañana y atendía hasta las 14 hs.” Inicialmente asignada como agente sanitario al CAPS El Brete, hizo lo necesario para cumplir funciones en el Alcaín, en momentos donde lo dirigía la Dra.Susana Golomb en los años 90`. Nilda hizo hasta segundo año de la carrera de Enfermería en la Cruz Roja. Eran otros tiempos, sobre todo para las mujeres y su autonomía. Nilda relata que no pudo continuar estudiando desde el momento en que tuvo que hacer prácticas de noche o en el que la enviaron al Hospital San Martín. Ni su mamá, primero, ni su ex-marido, después, la apoyaron sino más bien que se lo impidieron. También recuerda, ya como agente sanitario en el barrio, cómo a las mujeres se les hacían cesáreas para aprovechar a atar las trompas,porque antes no podían acceder a este derecho (como tampoco a la anticoncepción) “Nunca me voy a olvidar de una mujer que tuvo 12 hijos y en el último aprovecharon. Yo, que andaba en el barrio, después me encontraba con el marido y ahí tenía que responderle sus preguntas en relación por qué esta vez la habían operado. Era un tema. La mujer quería, no daba más, pero no se podía..” “Yo a veces iba y la ayudaba a mi amiga Jorgelina, sobre todo a la siesta. Una tarde, ella le dice al dr. Pepe: Vos sabés que hace años que yo no me sacó las vacaciones. ¿Por qué no la ponemos a Nilda en mi lugar? Le viene bien el trabajo y yo me tomo las vacaciones. Y ahí quedé en su reemplazo por tres meses. Iba antes de las 7, ponía la ollita a calentar para esterilizar los materiales (jeringas, agujas) y lo esperaba al doctor con agua caliente para el mate…no había termo, nomás pava. Él llegaba con los bizcochitos calientes y ahí nomás, se ponía a atender. Cuando se me terminó la suplencia, seguí colaborando como cobradora de la cooperadora. Y después, el 1 de abril de 1990 volví como agente sanitaria.” Nilda copió de la agente sanitaria que estaba en El Brete, Elda Mansilla mas conocida como Buty (hoy fallecida) el modo de organizarse y ordenar la tarea. Hizo el plano de las viviendas del barrio San Cayetano, con sus -entonces- 334 viviendas (las que visitaba una por una). Hoy hay menos viviendas, no llegan a 200, pues el Arroyo Colorado al crecer o cambiar su curso, se lleva las casas. "Yo entraba al centro de salud, agarraba mi mochilita y me iba al San Cayetano. Censé a toda la gente. Todos los días salía, casa por casa, llamaba, iba con mi tensiómetro. Las mujeres me esperaban. Yo empezaba desde arriba, desde la Cortadita Ortiz y desde abajo, cuando iba bajando por la barranca, la gente ya me preparaba un cajón o tronco con almohadones y ahí nos juntábamos. Les medía la presión, charlábamos de de las enfermedades y controlaba las vacunas de los chicos." “Además de agente sanitaria, yo era media cura. Escuchaba todas las miserias”. Nilda recuerda que, a veces, tenía que detener su recorrido, para poder tramitar las angustias. “Una vez una señora me enseñó que cuando me sintiera mal, caminara, respirara hondo, mirara para arriba y pensara en cosas lindas. Así hacía hasta que se me pasaba y seguía. Mucha pobreza, mucha tristeza. Recuerdo una casa que era solo una habitación con un tacho de hierro en el medio, que usaban como baño. Yo no podía entender cómo podían vivir ahí, ¡se estaban enfermando!” Para Nilda, que estuvo trabajando hasta el 2006, la época del dr. Alcaín fue la mejor. “Siempre había gente, estaba lleno. Él atendía a todos. Hacía de todo. De pediatra, de clínico, de todo. La gente llegaba desde el Parque Costero -donde el Dr. pescaba-, o del barrio Nueva Ciudad, porque él los atendía siempre.” “Un día estábamos escuchando la radio, como toda la vida…yo no sé cómo hacía, tenía como tres orejas… Atendía, escuchaba la radio... y escuchó que entró una señora evangelista que empezó a hablarle a los que estaban esperando. Se levantó y le dijo. -Señora, esto es una centro de salud, acá se atienden personas, no se hace política ni se habla de religión". "Otro día, me pidió que le pida a la gente que lo esperara y salió porque había escuchado en la radio que se había tumbado un camión con pescado. Se fue corriendo a juntarlos con la renoleta y los repartió en el barrio." "Regalaba los medicamentos. En el centro de salud, donde hoy hay un patio había una casilla de gas que hacía de depósito, había una casilla de lata que estaba llena de medicamentos que el Dr. conseguía para dar. Él tenía una renoleta amarilla, toda podrida, pero él la traía llena de medicamentos. De todas clases. Una vez no se le veía ni la cabeza, cuando llegó con el remedio para los piojos. Era divino. A la gente, la acompañaba hasta la puerta, después de atenderla." Cuando el -entonces- marido de Nilda, consiguió un mejor sueldo trabajando como custodio en la obra de construcción del túnel subfluvial, a la pareja se le presentó una duda: Comprar una heladera o un televisor. “Para qué una heladera si ni agua teníamos para poner. Nos decidimos por el tv. Compramos uno de los primeros que habían salido. Blanco y negro. Los chicos del barrio salían de la escuela, traían un almohadón o almohada y venían a ver dibujitos a casa. Eso sí, tenían que irse antes de las 19, que era cuando venía mi marido. Algún tiempo después, Yolanda, mi vecina, compró otro. Ahí ya nos repartimos los chicos." Nunca tomó mates en ninguna de las casas que visitaba. Sabía que, de hacerlo en una casa, le tocaría en todas. Para que nadie se ofenda, porque se contaban entre todos, si le ofrecían dulces, decía que estaba empachada. Si le ofrecían amargos, decía que tomaba dulce. .. Sentada en la puerta de su casa, hace poco, una tarde, pasó un joven en carro con dos niños. Este muchacho, les contaba a sus hijos: “-Miren, esa señora que está ahí, venía a casa y miraba las vacunas y nos controlaba. Y nos mandaba al centro de salud sino volvía al día siguiente a ponernos las vacunas." Nadie se salvaba. Hasta el día de hoy, recuerdan a Nilda y su constancia e insistencia.El HESM, a través del boletín SIN Chaleco, está trabajando desde hace meses con los Centros de Atención Primaria de Salud que conforman la zona noreste, donde se encuentra nuestra institución. Desde ese trabajo conjunto e intersectorial, compartimos la nota publicada en el SIN Chaleco del mes de junio.
Otros tiempos para las mujeres
Inicios en el CAPS
Un día como agente sanitaria
Las múltiples tareas de una agente
El mejor momento del CAPS
Anécdotas con el Dr. Pepe
Un televisor para el barrio
Historias de mate.
Un niño hecho hombre y una carro.