Entrevistas. Camino a nuestros 60 años
Norma Pereyra fue la primera trabajadora social que se desempeñó en nuestro hospital en tiempos de la Comunidad Terapéutica.
Norma Pereyra fue la primera trabajadora social que se desempeñó en nuestro hospital. Ingresó en otoño, con 19 años, y participó de la experiencia de la comunidad terapéutica que se desarrolló por el plazo de 13 meses en los primeros años de la historia de nuestro hospital -teniendo en cuenta la fecha de inauguración del edificio donde está establecido actualmente: 20 de marzo de 1963.
El 1ero de agosto de 1967, comienza a desarrollar sus
funciones el Dr. Guedez Arroyo, médico psiquiatra de origen
peruano, residente en Buenos Aires, quien había estado becado
en EE.UU. Trae a Paraná un Modelo reformista en la línea de
la psicología social - comunidad terapéutica.
(Truco, María del Carmen, Tesis de Maestría en Salud Mental)
Norma, fue elegida como una de las mejores estudiantes de salud mental -junto a dos compañeras más: Susana Maslein y Nilda Loggio. Las tres formaban parte, en 1967, de la primera promoción de estudiantes de la Escuela de Servicio Social que funcionó en Paraná, antes de tomar rango universitario.
La invitación a formar parte del equipo del Hospital llegaría del mismo Guedes Arroyo quien, además de dirigir la comunidad terapéutica en el entonces Hospital Dr. Antonio Roballos, era docente de dicha escuela de formación profesional y dictaba clases en la misma institución.
“Me acuerdo del primer día caminando por pasillos muy higiénicos y silenciosos con el Dr. Guedes Arroyo y su guardapolvo almidonado y blanco.” (...) “Mucho tiempo estuvimos ad honorem y después como auxiliares porque no existían esos cargos”.
Entre las primeras impresiones de aquella jóven estudiante, Norma recuerda una caminata hacia el buffet, espacio donde hoy funciona mesa de entradas, despacho y dirección y donde antes se generaba un lugar de encuentro para los trabajadores.
“Lo que más me impresionó fue ver al contraluz por un pasillo una sombra terrible. Era un médico, de apellido López, que se había vuelto loco y quedó en el hospital. Esta es una anécdota histórica, fue un problema para las oficinas de salud pública porque era muy riesgoso, ya que él se decía médico e intentaba realizar tratamientos con los pacientes de entonces. Había venido del interior y desde un lugar privado lo trasladaron al Hospital.”
Norma ingresa en tiempos de mucho revuelo institucional. La comunidad terapéutica implicaba una fuerte transformación de los modos de abordaje de la salud mental que se venían sosteniendo. La incorporación de nuevos profesionales, de otras disciplinas, la apertura de las puertas del hospital, las asambleas entre todos los integrantes de la comunidad hospitalaria, la distribución de tareas sin diferenciación de roles -donde usuarios y trabajadores convivían mucho más estrechamente-, la disminución del uso de psicofármacos, el cambio en la denominación de la fuga por abandono voluntario, la habilitación de una sala para hombres -en un lugar donde la población se había constituido solamente por mujeres-; fueron algunos de los muchos cambios que fueron sumando conflictos a una institución que ya los traía.
“He llegado a ver lo terrible de los boxes: pacientes en el suelo, sucios, encerrados. Todavía se hacían electroshock al mismo tiempo en el que nos animábamos a pensar externaciones. Recuerdo que, frente a todo lo hecho para lograr una externación de una persona crónica, la respuesta fue: “para qué si mañana están de vuelta”. No importaba nada la externación ni el trabajo con la familia. La comunidad terapéutica fue muy resistida, incluso por los mismos profesionales que ya estaban en el hospital antes de la experiencia. A los trabajadores que ya venían desde antes de la llegada de Guedes Arroyo no les gustaba nada sentarse con los pacientes, sin distinción de ropa que permita saber quién era profesional o paciente”.
“Coexistían en el mismo lugar el modelo de psiquiatría
tradicional y el modelo transformador de comunidad
terapéutica, lo que desde todo punto de vista es imposible de
sostener y un generador continuo de conflictos”.
(Trucco, María del Carmen. Tesis de Maestría en Salud Mental)
Norma recuerda los orígenes de esa primera población que conformó el hospital. Se trataba de mujeres que habitaban, desde 1937, el Refugio de Alienados ubicado en una antigua licorería.
“En la sala de mujeres atendía la puerta una persona sordomuda. Era una ex prostituta de la zona de Bavio y Courreges donde había prostíbulos. Cuando los cerraron llevaron a esas mujeres al hospital. Mujeres castigadas. Prostitución y locura juntas y la psiquiatría como brazo armado del control social y el disciplinamiento de los cuerpos, a través del encierro de lo diferente, de lo que no se soportaba en la normalidad. La mayoría de esa población que habitaba el hospital, estaba más por pobre que por loca y claro, por mujeres. En el caso de los varones, apenas se autorizaban a internarse por alcohólicos o muy depresivos.”
Comunidad terapéutica en tiempos de dictadura:
La experiencia de la comunidad terapéutica funcionó desde agosto de 1967 hasta septiembre de 1968, durante la dictadura de Onganía. Contradictoriamente, en ese contexto ingresan cuestiones muy progresistas en la atención de la salud mental. ¿Por qué?
Para Norma, la respuesta no es una sola, sino que se anuda en una multiplicidad de factores.
“Lo primero que hay que decir es que no se trataba de un gobierno tan duro como el que vendría en el 76. Lo segundo, es que hubo una explosión de profesionales y trabajo interdisciplinario que no volví a ver nunca más y no es por romantizar la época. Había todo un influjo desde Norteamérica y convenios de formación que se realizaban y, además, hubo todo una influencia de los movimientos latinoamericanos revolucionarios de los 60. No nos olvidemos de la revolución cubana del 59, el movimiento en la literatura, la poesía, el significado del arte, lo que estaba pasando acá en Buenos Aires en el Di Tella. No podemos pensarlo sin todo este contexto: Brasil, Cuba, Nicaragua, Uruguay… todos estábamos frente a la posibilidad de un cambio transformador de un sistema que es el que determina normalidades, sumisión, control, institucionalidad, subjetivación. No es posible entender cómo es que se produjo una comunidad terapéutica en dictadura sin ver todo lo que venía por debajo, todo ese clima de época. La energía de la juventud que había, la aceptación de la propuesta y la construcción colectiva, fueron muy potente”.
Norma no puede evitar comparar aquella época con la actual: “Hoy, hablamos de meritocracia, ruptura de los lazos, individualismo. No podemos pretender que una propuesta de salud mental sea muy diferente a este contexto donde políticamente no se le da importancia a nada de lo que esté incluido en ese 30% que excede a la población que puede estar incorporada al sistema productivo”.
El ocaso de la experiencia
Por su parte los médicos residentes, quienes se habían
quedado sin instructor ( por diferencia con el Director y
renuncia ), también comienza a enfrentarse con la dirección,
ya que según ellos querían aprender psicopatología y lo único
que se les ofrecía era actividades comunitarias, sociales;
sumando a que durante 6 ( seis ) meses no cobran sueldo, hace
que algunos de ellos renuncien y amenazan con renunciar en
masa (...)Toda estas situaciones, comienzan a deteriorar la comunidad,
y se produce un conflicto de magnitud, ya que trasciende las
puertas del Hospital y toma estado público. A través de
solicitadas, en diarios locales, se expresa el conflicto y se
manifiestan posiciones en contra y a favor del director.”
(Trucco, María del Carmén, Tesis de Maestría en Salud Mental)
“A Guedes Arroyo prácticamente lo echaron. El Círculo Médico de Paraná hizo mucho para derribar esa experiencia. Fue muy corto el tiempo pero a mí me marcó terriblemente. Fue una gran ruptura en la historia del hospital. Hasta entonces era un hospital totalmente cerrado y hasta hoy sostenemos las puertas abiertas, desde aquella vez. La comunidad terapéutica proponía romper con la cuestión biologicista, medicalizadora, proponer una reproducción del lazo social, de la incorporación de referentes, que el paciente pueda trabajar desde una revinculación. Para mí coincidía perfectamente la propuesta con mi práctica como trabajadora social y mi marco epistemológico y teórico”.
Revisión de la experiencia con perspectiva:
“Yo ahora tengo muchas críticas con esa propuesta. La hegemonía médica se sostenía, el resto éramos los auxiliares de la psiquiatría. Guedes Arroyo llegó como interventor y era muy estricto. Venía con su formación hecha en Estados Unidos... De todas maneras hay que reconocer el espacio que habilitó. ¡Hasta un antropólogo se incluyó en su equipo! Aún así, estaba esta cuestión más conductista, la no inclusión de psicoanalistas, seguía presente la mirada del higienismo de la época y la convivencia con elementos del paradigma anterior.”
Trabajo Comunitario
Los abordajes comunitarios fueron otras de las propuestas novedosas que trajo consigo la comunidad terapéutica. Se conformaron servicios periféricos al hospital que se instalaron en Viale, Gualeguaychú y Victoria (Trucco). La presencia de un antropólogo en el renovado equipo incluyó además, una mirada etnográfica del barrio en el que se insertaba el recientemente inaugurado hospital.
“Con él realizamos un trabajo de relevamiento recuperando la historia de lo que era Puerto Sánchez, la población más cercana que teníamos. Recordemos que son tiempos donde no existía el túnel y Paraná se encontraba bastante aislada. Íbamos a reconstruir lo que era la salud mental del pueblo orillero de la zona cercana y recuperar la historia de ese lugar que, a su vez, era conocimiento para nosotros acerca de esa población que teníamos cerca. ¿Qué pasaba con la salud mental de ahí? ¿Cómo eran los lazos de esa comunidad?, etc.
Rupturas biográficas y amores
Norma dio sus primeros pasos profesionales en el hospital. Luego, estuvo en el Hospital Colonia de Diamante, en el Hospital San Martín (como jefa del área de trabajo social) y finalmente, cerró su carrera profesional en el Hospital San Roque, en el servicio de salud mental. Además, fue docente en la Facultad de Trabajo Social.
Ella nunca más volvió al hospital. Para Norma, esa época ha sido vital: “Mi experiencia está enlazada a una historia de amor muy especial con quien nos daba Antropología Cultural. Yo no sé si estuve enamorada de este hombre o del proyecto de conocimiento que significó para mí ingresar a ese equipo. Fue una ruptura y la apertura a otros mundos".
Entre los gérmenes de lo que décadas más tarde se nombraría como Hospital Escuela, Norma recuerda visitas de referentes para el campo de la salud mental.
“Mucha gente que conformó el equipo era de Buenos Aires y vivían en el hospital. Cuando hacíamos reuniones teníamos invitados especiales como Baradacco, Bauleo o Ulloa. En una Paraná muy aislada, fue un momento muy importante en mi vida”.
“Más que feminista y antipatriarcal soy anticoloniaje”
Hoy Norma, ya jubilada, participa de un grupo denominado La Revolución de las Viejas. Un libro, con el mismo nombre, propone transformar la vejez en un actor dinámico para que el paradigma cambie a la par del escenario. Las mujeres, liberadas de las presiones sociales y culturales, pueden reencontrar el gusto, el entusiasmo, el deseo y el erotismo. En ese grupo, Norma participa junto a otras muchas mujeres, militantes y, entre ellas, otras jubiladas del hospital.
“Yo creo, ahora, que la única revolución que ha ganado en estos tiempos es la revolución feminista. Porque antes Marx pensaba en la revolución obrera y sin embargo, acá estamos con los neoliberalismos y el capitalismo regenerándose y subjetivando gente de una manera que esta revolución no ha podido. La revolución hippie, por otro lado, fue una propuesta más pacífica que el capitalismo se la volvió a morfar. La que se ha sostenido, que conmueve al capitalismo y que tiene un entramado y la aunténtica paciencia revolucionaria, es la feminista. El feminismo ha tenido la virtud de pasar por distintas propuestas -que la igualdad con los hombres, que la diferencia con el hombre, que el feminismo duro-. Ha habido en la teoría feminista una maleabilidad que permitió reconstruir y construir con otras generaciones y que es muy potente. Yo le tengo mucha confianza al feminismo. Cuestiona el patriarcado, el colonialismo. Porque, en definitiva, toda la estructura liberal de los sistemas capitalistas están sustentados en el coloniaje producido por las potencias que determinan la sumisión de determinadas poblaciones instalando lo que es el sostén de autoritarismos y, claro, el patriarcado. Cuando nosotros empezamos a cuestionar el coloniaje,entendemos que toda esa matriz patriarcal de autoritarismo y control de los cuerpos corresponde a ese sometimiento histórico del mundo.