Entrevistas: Caminando nuestros 60 años.
Alicia Alzugaray: trabajadora social, gremialista y militante de la justicia social y los derechos.
Alicia Alzugaray: “Creo que se hicieron cosas lindas y estuvimos cómodos”
Y llegamos a la última de estas entrevistas, que en realidad fueron charlas con compañeras y compañeros que dejaron, más que una huella, una gran pisada en los 60 años del Hospital Escuela de Salud Mental y en los 30 años del Hospital de Día. Conversamos con trabajadoras y trabajadores de la primera generación y con otros que estuvieron en la transición del cambio de paradigma de la salud mental. Quienes se comprometieron en los diferentes momentos del hospital, que atravesó y atraviesa situaciones particulares, nos dejaron sus palabras oriundas de lo más interno de sus corazones para adentrarnos en la historia de esta institución.
A partir de Caminando nuestros 60 años, intentamos la reconstrucción de las memorias del HESM a través de la pluralidad de voces que nos hicieron dar cuenta de todo lo hecho, lo que se está haciendo y lo que falta hacer, porque, como bien lo dice nuestra entrevistada de hoy, “el Hospital Escuela de Salud Mental no tiene techo”.
En esta ocasión conversamos con Alicia Alzugaray, recordada trabajadora de nuestro hospital. Su recorrido en el ámbito de la salud mental comenzó muy jóven, ni bien recibida de la carrera de Trabajo Social, en la incipiente Dirección de Salud Mental junto a Mercedes De Giusto quien le otorgó el puesto de Jefa de Trabajo Social. Con una fuerte presencia en el campo gremial, Alicia fue expulsada de la dirección en 1993 en el gobierno de Montiel y derivada al Hospital Escuela de Salud Mental donde encontró uno de sus lugares en el mundo.
“Llegué en 1993. Por mi perfil de gremialista me tenían que retirar a un lugar muy apartado, para que no pudiera hacer daño, que estaba asociado con agrupar a la gente para poder defendernos. Entonces me sacan una adscripción express, entre gallos y medianoche al, por aquel entonces, Hospital Roballos. No contaron con que el hospital me iba a encantar y me iba a enamorar e iba a hacer lo mismo en cualquier lado que estuviera”.
Sus primeros pasos
Alicia cuenta que luego de rendir la última materia, “Ella (Mercedes Di Giusto) me convocó a trabajar en el mismo momento en que me recibí y al otro día me nombró jefa de Trabajo Social. Me pidió que le arme el organigrama de la dirección, que solo tenía tres días”. En un proceso signado por la celeridad, pocos días después de asumir su rol fue enviada a conocer el Hospital Colonia de Salud Mental Dr. Raul Antonio Camino de Federal.
"Fuimos con el Dr Atilio Sabatini, un médico psiquiatra que ya venía en el departamento trabajando. Yo no sabía lo que era”, contextualiza Alicia. “Cuando llegamos, sale un hombre muy atildado con bigote negro a recibirnos “yo los voy a acompañar a revisar las salas”, nos dijo. Yo iba atrás de Sabatini, literalmente. Empiezan a salir personas raras en harapos, muchos en patas y esa fue mi primera experiencia con la locura. Este señor nos iba comentando los nombres de cada uno de ellos y sus situaciones. Cuando llegamos a la segunda sala, Sabatini tiene el decoro de sacarme aparte y decirme “Alicia, esta va a ser tu primera enseñanza en los hospitales, ese que te está acompañando y mostrando el lugar es uno de los pacientes más antiguos de la Colonia”, sentencia y concluye: “Ahí me di cuenta que ninguno de nosotros estamos ni tan cerca ni tan lejos. Estamos muy pegaditos al borde, siempre, y eso me enseñó mucho. Todo lo que yo sabía provenía de un background teórico que no tenía nada que ver con la realidad”.
Su llegada al consultorio 8
Uno de los espacios más recordados por la población trabajadora del hospital es el, ya inexistente, consultorio 8. “En el 8 fue el inicio de una experiencia de interdisciplina o de multidisciplina en ese momento, porque se convirtió en el refugio de todos los que andábamos boyando en el hospital. Caían ahí psicólogos, terapistas, fonoaudiólogos y cualquier otro que quería pensar de otra manera”, explica ella. Y sentencia diciendo que “Ahí se empezó a germinar otro proyecto de hospital, otra idea, otra forma”.
La pasión gremial de Alicia
El deseo de colectivizar las problemáticas y de reunir a las personas trabajadoras era más fuerte que ella. Ni bien llegó a la institución caracterizada por el poco vínculo entre el personal profesional, administrativo, obrero y maestranza comenzó con lo que, hasta hoy, continúa siendo parte de su vocación. “En ese momento laburaba de Trabajadora Social en el Consultorio 8 con mi compañera y jefa Mariela Elizalde, con la que seguimos rumbeando por los mismos caminos. Ahí volvimos a agrupar a la gente”.
“Por ese entonces, los profesionales no solían afiliarse y reunirse en asambleas con los demás compañeros de trabajo, entonces nuestro primer ejercicio fue recorrer de punta a punta y convencer al resto de los profesionales de que ellos eran trabajadores como cualquier otro y que cada uno tiene un trabajo, una función diferente, pero cuando sos asalariado sos un laburante, por más título universitario que tengas”. La importancia de juntarse iba más allá de una lucha gremial, sino de un querer transformar los paradigmas reinantes: “Desde esa concepción, que es ideológica e histórica y nos atraviesa en el trabajo hospitalario, que tiene que ver con cómo miramos a los usuarios, empezamos a aglutinar a compañeros, compañeras y compañeres y fuimos armando uno de los hospitales con mayor crecimiento gremial y político que tuvo noticias nuestro país”.
Algunos cambios
En el momento en que ella llega al hospital, aún funcionaban los boxes, que eran habitaciones con una puerta de chapa gruesa, una pequeña reja y un cerrojo por fuera que alojaba a los, por aquel entonces, pacientes considerados peligrosos. “En ese entonces no existía la medicación que existe hoy, pero menos aún la interdisciplina, mucho menos la multidisciplina. Existía el modelo médico hegemónico, los subordinados que eran los enfermeros y después venían todos los otros que hacían tareas ‘de relleno’”.
“Nosotras con Mercedes llegamos para cambiar eso. Abrimos las salas y los boxes y ella empezó a traer cada vez más profesionales para equilibrar la balanza, porque hasta ese momento había un 20% de profesionales y un 80% de personal de maestranza y de mantenimiento”. A partir de ese momento se empieza a hablar de la multidisciplina, una etapa previa al paradigma actual en donde en cada una de las intervenciones se hace a través de la interdisciplina.
Su trabajo en alcoholismo
Otro de los equipos de trabajo más recordados y nombrados por quienes pasaron por este ciclo de entrevistas fue el grupo de alcoholismo. Alicia recuerda: “Yo trabajé mucho tiempo con alcohólicos, con el doctor Luis Damonte, Mari Truco, Carmen Tibaldi, Mariela Elizalde, Berta Entrocassi y el personal de enfermería que estaba con nosotros y que nos ayudaba”.
“Fue en la sala D y lo hicimos contra viento y marea porque el alcohólico era castigado por tomar de más y alejarse de su familia, perder el trabajo, perder los vínculos sociales, estábamos muy lejos de considerarlo una adicción”. Luego de algún tiempo, el trabajo comenzó a dar sus frutos: “Con dos de ellos terminamos recorriendo la provincia y relataban lo que les pasaba, no desde la posición de un alcohólico anónimo, sino de un alcohólico con nombre y apellido y con trabajo, que podía decir yo formo parte de este equipo multidisciplinar y les cuento lo que me pasó a mí”.
Un hospital dificil
Poco después de su llegada comienzan algunos graves problemas en las partidas alimenticias y de medicamentos para los usuarios internados. “Los trabajadores hacíamos ollas populares para darles de comer a quienes estaban internados y también para los compañeros de trabajo, aquellos que eran más desfavorecidos y más pobres”, relata Alicia.
Además, agrega que “fue uno de los momentos más duros que tuvimos que atravesar. Fue muy feo para la provincia. Cobrábamos en federales, y los negocios no nos recibían ese dinero. Vivíamos en el trueque, aunque éramos profesionales trabajando en un hospital”. A pesar de todos estos inconvenientes, la unión de los trabajadores enriqueció al grupo: “Fue complicado pero fue uno de los momentos más hermosos dentro del hospital porque generamos una mancomunión de esfuerzos y de alegrías, solidaridad y sostén entre todos”.
Las asambleas: un espacio para decir
Durante su tránsito en el hospital, desde su llegada hasta su partida, siendo trabajadora del consultorio 8, del grupo de alcoholismo o en la dirección, Alicia fue una de las gestoras de uno de los espacios más importantes del hospital: las asambleas -transformadas en Días Institucionales cuando estuvo a cargo de la gestión.. “Yo creo que las asambleas son la expresión más genuina de la vida interna de una institución porque ahí por más chaqueta o ambo que vos te pongas, vas a hacer un laburante más y te exponés con tu opinión delante de tus compañeras y compañeros”.
En su relato, Alicia hace especial mención a la posibilidad de que las y los trabajadores de mantenimiento y maestranza pudieran compartir un mismo lugar de debate con las y los profesionales, una propuesta que fue muy resistida en el comienzo. “Cuando uno es gremialista aprende a hacer que otros hablen y que se sientan un poco más cómodos, cuando se relajaron empezaron a hablar y también a contar los miedos de ellos. Las asambleas permitieron la recuperación de las voces y el cruce de esas voces y fue ahí que comenzó a brotar algo nuevo”.
Como enseñanza, Alicia nos comenta que: “Los conflictos son la fuente en sí misma de la solución. La gente llega al conflicto cuando no tiene respuestas para sus problemas. Cuando tomé la dirección, yo pedía permiso a los trabajadores para participar de las asambleas y que las cosas me las dijeran ahí en la cara. El 99% de las cuestiones se solucionaban ahí. No nos teníamos que enojar, teníamos que saber qué pasaba”. Además cierra diciendo que “Cuando uno aprende a separarlo, empieza a entender que todos los conflictos son razonables, que todos los pedidos son demandas de amor”.
Luchas de ayer y de hoy
Todo lo que es público nace de una lucha por lograr esos derechos sociales. Esos momentos históricos están plagados de personas que lo hicieron posible y que, en el camino, dejaron mucho de su vida para poder lograrlo. “Dentro del marco de la salud, nosotros tenemos la mayor cantidad de profesionales desaparecidos en el país. No nacimos de un repollo ni nacemos de una gestión. Somos fruto de un proceso histórico, ideológico y político que hoy corre peligro otra vez. Hoy corre peligro la ley de salud mental para los pacientes, pero también la protección al trabajador, que es algo que nosotros conquistamos en las calles. No es gratis trabajar acá, estudiar acá. Uno entra con mucho entusiasmo y muchas ganas, pero la locura no se contagia, pero es pegajosa. Hay que irse a tiempo”.
Otra de las conquistas, de la que Alicia formó parte, fue la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657. “La ley de salud mental no vino de un repollo sino de juntarnos durante 10 años, en Santa Fe, en Rosario, en Paraná y en Buenos Aires, con otros grupos de trabajadores de salud mental para empujar ese proyecto. Lo que hizo Leo Gorbacz en ese momento fue armar todo ese paquete con todo lo que llevábamos. Fue muy resistida la ley por los que hacían negocio con esto. Cuando la sacamos fue una fiesta”.
El cambio del nombre de Hospital Neuropsiquiátrico Dr. Antonio Luis Roballos a Hospital Escuela de Salud Mental fue otra de las grandes huellas que dejó Alicia: “El cambio de nombre es algo que todavía estamos peleando. Tenía que ver con el cambio de paradigma”. Ya pasado el mediodía de un jueves caluroso y entre mate y mate, nos cuenta un poco de la interna en ese proceso: “Ya lo tenía decidido y no lo sabía nadie. Solo le dije a Alejandro Ruiz, y él me contestó que era difícil, que no nos iban a dejar. El nombre Escuela tenía que ver con que nosotros teníamos una Residencia, concurrentes, un Comité de Docencia y venía gente de todos lados a aprender. ¿Cómo no íbamos a capitalizar eso y sacarle el mote de Roballos? El estigma en la ciudad y en la provincia era terrible. Al nuevo nombre se lo presenté al gobernador Urribarri y nos juntamos en una reunión, junto al ministro Giano, para explicarle el por qué del cambio que podría sacudir hasta los cimientos la cosa. Ellos me apoyaron y le metimos para adelante”.
La dirección
Luego de un gran camino recorrido en el hospital, Alicia llega a la dirección de la institución a mediados de 2004. Acompañada por muchas compañeras y compañeros, nos cuenta cómo se conformaba parte de su equipo de trabajo: “Era un montón de gente: Mariela Elizalde, que es un soldado de la causa -y que sin ella no hubiera podido hacer prácticamente nada acá adentro-, Andrea Flory, Alejandro Ruiz, el Miky (Carlos) Berbara como jefe de residentes, Silvana Suppo en Terapia Ocupacional, Ana Maria Rossi, el doctor Jorge Grimberg, el Mandy (Armando) Álvarez, Silvia Ortega. Era gente más grande que yo y me apoyaron mucho. Eran de los que te palmean por el pasillo y te dicen metele pata, aunque sea un quilombo”.
Durante sus siete años en la dirección trabajó para mejorar las condiciones laborales, bajo una creencia de que, a mejores condiciones, mejores intervenciones. “La gestión era una búsqueda de lo que más me importaba a mí: los trabajadores. Yo sabía que si los trabajadores mejoraban su estar adentro del hospital, automáticamente iba a repercutir en los usuarios. Y así fue. Cuando los trabajadores estuvieron mejor, empezaron a pensar formas creativas, generosas y genuinas de abordar la locura”.
Alicia fue parte de la primera gran llegada de profesionales al hospital y, durante su gestión, se fueron incorporando profesionales de otros campos: “En ese momento empezamos a sumar nuevos profesionales de otros lugares que no tenían nada que ver con la historia del hospital, para sumar a la interdisciplina. Ahí entran los comunicadores sociales, el que tocaba la guitarra o el que hacía teatro. Otras voces, otras luces, otro aire. Cuando entran los comunicadores entra un aire fresco, porque era la mirada del afuera, que era lo que necesitaba este hospital. Van mirando desde un lugar institucional que por definición era cerrado”.
A modo de balance de su paso por la dirección, señala que “creo que se hicieron cosas lindas y estuvimos cómodos. Los que estaban incómodos se fueron yendo”.
Cosas hechas
En su gestión, el hospital no solo se transformó en su nomenclatura, sino que eso fue parte de un cambio de paradigma en torno a la salud mental. Eso trajo grandes transformaciones organizativas hacia el interior de la institución. “Una de las cosas que puede parecer una tontería fue la apuesta al reloj digital para controlar las presencias, las ausencias y los horarios en el hospital. Ahí todos tenían que marcar. Entendía que había una gran injusticia en que los profesionales firmaran una carpeta cuando querían y los otros tuvieran que poner la tarjeta en fichero automático”.
Como todo cambio, trajo sus resistencias y Alicia nos comenta que “tuve muchos reproches del sector profesional con respecto a eso. Un jefe de servicio se me plantó y me hizo huelga, que si yo seguía con eso me paraban el hospital y le dije que paren, a ver qué gremio los representaba porque si no yo les metía un sumario a todos. Inmediatamente empezaron a poner el dedo”.
Para ella, una de las cosas más importantes fue la construcción de la sala de cuidados intermedios y la Unidad Gerontopsiquiátrica (UGS), hoy Servicio Integral para Personas Mayores (SIPeM). “Una de las cosas más importantes que hicimos fue la sala de clínica intermedia que construimos con la arquitecta, Beatriz Sonego. Eso fue un antes y un después, porque implicaba el reconocimiento de que nuestros usuarios no solamente eran enfermos de la cabeza, como se decía antes, sino que tenían un cuerpo que también tenía padecimientos”.
“Otro hito fue la UGS, que ahora lleva el nombre de Servicio Integral para Personas Mayores. Decidimos reunir a aquellas personas más grandes que llevaban mucho tiempo de internación y hacer una sala mixta donde estuvieran ahí los que ya sabíamos que no se iban a ir del hospital, con el objetivo de que estén más cuidados, reparados y protegidos”.
Transformación
Alicia, emocionada, nos dice que “ver la gente transformándose y transformando estos lugares” es una de las cosas que más rescata. “Que se pida pintar un lugar o un cuadro, preguntar si podían leer un poema o tocar la guitarra, era aire para el hospital. Y eso lo empezó a ver la gente de la población, porque en Paraná se empieza a correr la bola que el hospital estaba raro. A veces con lo que hay que combatir es con los muros que llevamos dentro. Con los muros que nosotros armamos”.
Su vuelta a la Dirección Provincial de Salud Mental
En 2011 Alicia vuelve a donde todo empezó: la Dirección Provincial de Salud Mental. Desde aquella primera función como Jefa de Trabajo Social hubo un largo recorrido con muchas experiencias y aprendizajes. “En la provincia fue un laburo similar al que hice acá, pero a otra escala. Ya tenía la experiencia. Ahí empiezo a aceitar el proceso, porque son lugares para personas que hayan trabajado en los loqueros, alguien que conozca de adentro un manicomio”.
Respecto a las particularidades de los hospitales de salud mental, explica que “son hospitales que tienen un potencial de desarrollo que no tiene techo. El Hospital Escuela de Salud Mental no tiene techo, depende de lo que hagan los que laburan acá, porque tienen la capacidad de transformar la mente. Es algo para estudiar, es precioso”.
Algunos recuerdos
“De Mercedes De Giusto aprendí todo lo que sé. Fue un ejemplo vivo de lo que era el respeto por los derechos humanos y lo que era ser una psicóloga mujer en un ambiente de hombres. En esa época casi no había funcionarias mujeres y ella peleó mucho. Se merece muchos más reconocimientos que lo que yo le pueda hacer. Fue una guía, un faro, una mina ejemplar, una compañera de lujo y muy combatida por los hombres. Le tenían bronca, porque no podían tolerar que una mujer les cantara la verdad en la cara y eso tuvo sus costos también”.
“A mí los enfermeros me enseñaron mucho del hospital. Me mostraron la otra cara, la que no se ve y yo atendí lo que me decían y los escuché y ellos me escucharon a mí. Todas esas transformaciones se pudieron lograr por esos vínculos, con las distintas jefas de enfermería. No me quiero olvidar de Inés Martínez que a pesar de ser de un signo político opuesto al mío me apoyó y me cuidó mucho. Me cuidaron porque atrás había otras cosas. En un hospital psiquiátrico hay muchos intereses de laboratorios y personales que no se habían tocado nunca. Todas las jefas de enfermería fueron solidarias, creo que por una cuestión de género”.
¿Lo que se viene?
Llegando al cierre de esta charla de más de una hora y media, Alicia nos dice que tiene ganas de seguir haciendo cosas en salud mental. “Estoy pensando seriamente en investigar, pero lo estoy madurando. Por supuesto que tengo que presentarla ante el Comité de Docencia e Investigación del hospital y ver si me lo aprueban. Pero quisiera hacer una investigación sobre las personas que han estado durante 25 años o más adentro del hospital. Es una deuda histórica”.
Después de un buen rato de una charla que reentusiasma, genera nuevos aprendizajes, y que podía ser aún más larga, la entrevista va llegando a su fin. Con Alicia decidimos cerrar un ciclo que nos permitió reconstruir las memorias de la rica historia de nuestra institución. Alicia, para quienes encaramos esta reconstrucción, no sólo es una trabajadora o directora más, fue quien abrió la puerta para que las y los comunicadores nos podamos pensar en este apasionante campo de trabajo. Creemos que es un buen punto (seguido?) para este ciclo de entrevistas.