Centro Huella acerca de posibles abordajes en problemáticas de consumo
Un artículo sobre las posibles intervenciones en este dispositivo descentralizado de atención de las adicciones.
La Ley de Salud Mental 26.657 propone un marco de mayor flexibilidad en cuanto a la posible mirada con que se observa al sujeto que consume y pone el eje en la necesidad de abordar la temática problematizando las prácticas de consumo. Intentamos, en consecuencia, tratar a la persona con ese consumo, con esa historia y no ya al “adicto”. Esta mirada es la que responde a lo que llamamos el “modelo de reducción de daños”. Sin embargo habrá casos en que la intervención que responde al “modelo abstencionista” (referimos a aquel que propone la total suspensión del consumo para abordar su tratamiento) será necesaria ineludiblemente, y esto se da cuando la vida de la persona se encuentra en riesgo. Si estamos interviniendo con un caso de EPOC debido al consumo abusivo de cigarrillos, cada vez que fume será un paso más en el riesgo de su salud y su vida; así también, ante una persona con alto deterioro hepático debido al consumo de alcohol, la intervención se hará desde una mirada abstencionista ya que de otro modo el paciente corre riesgo de vida inminente.
En este sentido, el estado de salud del organismo nos permitirá hablar de “reducción de riesgo”, no de “daño”, ya que el riesgo está presente inclusivo con un consumo muy mínimo. En estos casos la intervención es abstencionista entendiendo que con cada episodio de consumo, está en riesgo la vida. Por esto, eventualmente, en el sistema público de salud se ofrecen intervenciones desde esta perspectiva. En este momento se encuentra en construcción un espacio de Cesación Tabáquica que está pensado desde la abstinencia y destinado a personas que quieren dejar de consumir. Pensar que una persona que está consumiendo 30 cigarrillos diarios va a hacer un uso ocasional el fin de semana, sabemos, desde la práctica profesional, que no es posible en la gran mayoría de los casos. En este grupo se admitirán a aquellos que quieran dejar de fumar bajo esta propuesta, ya que además, se incluye la prescripción de medicación para acompañar el proceso. Uno de los medicamentos que ayuda al síndrome de abstinencia es reemplazante nicotínico. Una persona que los utiliza y fuma, corre un gran riesgo en su salud porque los niveles de nicotina alcanzan límites muy tóxicos. Por eso se pide un compromiso de asistencia ya que el acompañamiento terapéutico es el soporte psicológico fundamental, y abstinencia, por los cuidados orgánicos consecuentes.
La pregunta sería, ¿qué pasa cuando en lugar de un órgano, la que está afectada es la subjetividad del paciente y lo que sostiene algo de esa situación problemática es el consumo?. Si establecemos el requisito de que ese paciente deje de consumir, ¿qué consecuencias puede traer aparejado esa suspensión del consumo? Ese es uno de los nudos problemáticos del debate entre ambas posturas de abordaje.
Entendemos que más allá de los modelos de intervención, existe un modelo médico hegemónico que nos hace pensar que necesitamos especializar, diagnosticar, y etiquetar las intervenciones porque ese marco da seguridad en la práctica profesional. En el sistema público de salud, debe tenerse en cuenta que la mayoría de los usuarios provienen de un contexto de mucha vulnerabilidad. En tal sentido, el eje no pasa por el consumo, sino en la observación de que algo está pasando por lo cual esta persona consume y sostiene este consumo, y estas cuestiones tienen que ver con lo básico que es el alimento, el techo, el afecto el lazo vincular que no existe, la discriminación, la marginalidad, la falta de acceso a la educación, al trabajo digno, etc, y para lo cual es fundamental la mirada interdisciplinaria.
La noción de daño apuntaría a construir cuál es el problema y si el problema está del lado del consumo. A veces aparece primero el consumo y se problematiza sobre esta práctica por parte del sujeto sin llegar a realizar un abordaje complejo respecto del entramado en que se encuentra ese sujeto. Ésta es la cuestión que a veces escapa en la intervención profesional y deja entrever una lógica abstencionista, es decir, sin llegar a proponer la abstinencia, si en la intervención se da por sentado que “porque consume tiene un problema”, de alguna manera se está configurando eso.
La clínica médica, que pondrá su mirada sobre el organismo y las consecuencias del consumo sobre él, tiene una serie de estudios y análisis que respaldan en evidencia las condiciones de deterioro del sujeto. Hay hasta cierto consumo de alcohol, “consumo moderado” que no tiene ninguna repercusión en el organismo, salvo algunos casos que por una cuestión genética se lesionan mucho más rápido. Pero un consumo regular de alcohol de determinada cantidad no hay riesgo. No es lo mismo en el consumo de tabaco donde no hay un mínimo donde se pueda predecir que no se va a dañar el organismo. Por eso la “clínica” lo que pretende evitarle al paciente es el riesgo “de”, que con una sustancia la tiene y con otra no la tiene. Sucede así con una persona que consume y que ha desarrollado una tolerancia, y lo lleva a que consuma más para recibir los mismos estímulos; crecen las posibilidades de que aparezcan los eventos adversos asociados a esa problemática. No hay posibilidad, al menos de la parte médica, para decir sí puede consumir. Ejemplo: alguien consume cocaína una vez al mes, y en realidad en ese consumo agudo puede hacer un episodio, un infarto. No hay manera de estudiar sobre una persona particular cómo esa dosis de cocaína va a impactar en su cuerpo. Entonces la medicina clínica insistirá con el término de riesgo. Riesgo de que algo pasa. Tal vez el paciente ve que el consumo de cocaína lo llevó a tener problemas laborales o con la familia y quiere resolver ese problema y seguir manteniendo el consumo de tal o cual sustancia. Es allí donde se necesita la intervención del psicólogo, el terapista ocupacional, el trabajador social, etc.
Entonces las preguntas a responder serán cómo se ve afectada su vida en diferentes aspectos: laboral, vincular, familiar, social, orgánico, mental. Por tales motivos, no es posible pensar el consumo problemático desde una sola mirada disciplinar.